Looking for Alaska es una serie original de Hulu y es la adaptación de la novela del mismo nombre escrita por John Green. Está ambientada en Estados Unidos en los primeros años del 2000.
Miles es el típico adolescente que suele ser el protagonista de las series sobre adolescentes: ingenuo, soñador, un poco nerd y sin ningún tipo de experiencia romántica. Está obsesionado por las últimas palabras dichas por personajes célebres antes de morir, siendo sus preferidas las del escritor francés François Rabelais, que en la serie se acotan a la primera parte de la frase que se le atribuye en ese momento final: «Me voy en busca del gran quizás». Miles deja su hogar y su secundaria en Florida para pasarse a un internado en el medio de la naturaleza en Alabama. Allí conoce a quienes serán sus nuevos amigos: Chip, alias «el coronel», Takumi y Alaska, de quien Miles se enamora.
Alaska es una feminista de la tercera ola -es decir, es partidaria de esa ideología radicalizada que hoy en día pasa por feminismo-, tiene un pasado familiar signado por la tragedia, un novio algunos años mayor, una biblioteca de libros por leer y una fuerte tendencia a romper las reglas. Esta tendencia es canalizada en comprar cigarrillos y alcohol, pero también en gastarles bromas pesadas junto a sus amigos a los Weekday Warriors, el grupo rival de la escuela que mira con desdén al coronel y compañía. Pasada esa capa exterior, en un nivel más personal y profundo, Alaska es una joven torturada por la culpa y el sufrimiento.
La serie es de ritmo lento, pero sus personajes son intensos. Los primeros episodios son muy interesantes, tienen una gran banda sonora e incursionan en la filosofía y la literatura. Mientras que Miles, inspirado por Rabelais, busca su «gran quizás», Alaska hace suya la pregunta de Simón Bolívar en su lecho de muerte, que García Márquez recrea en El general en su laberinto: «¿Cómo voy a salir de este laberinto?». Alaska se pregunta cuál es ese laberinto. ¿Es la vida, es la muerte, o es acaso ese sufrimiento inevitable que acompaña la existencia? ¿Y cómo salir de allí? Ese proceso interno de Alaska, cargado de angustia y remordimiento, es uno de los temas centrales de la historia.
En el principio, Dios creó la Tierra y la contempló en Su cósmica soledad.
Y Dios dijo: «Hagamos criaturas vivientes a partir del barro, para que el barro vea lo que hemos hecho.» Y Dios creó todas las criaturas vivientes que ahora se mueven, y una era hombre. El barro sólo podía hablar en su forma de hombre. Dios se inclinó hacia el barro, mientras hombre se sentó, miró alrededor y habló. Hombre pestañeó.
-¿Cuál es el propósito de todo esto? -preguntó amablemente.
-¿Todo debe tener un propósito? -preguntó Dios.
-Ciertamente -dijo hombre.
-Entonces dejaré que te encarges de pensar uno para todo esto -dijo Dios. Y se marchó.
Kurt Vonnegun, Cuna de gato, citado en Looking for Alaska
La gran decepción llega en la segunda mitad, luego del evento trágico que trastoca el orden de las cosas. Allí la serie se sumerge en una estupidez insoportable de la que sólo emerge parcialmente sobre el final del último episodio, cuando ya es demasiado tarde y luego de haber malgastado la narrativa de esos últimos episodios en situaciones estereotipadas e intrascendentes. Hasta ese momento se le podían perdonar los lugares comunes relacionados con la corrección política, como la pelea entre grupos diferenciados por clase social y diversas cuestiones raciales. Pero esos últimos episodios echan por la borda lo que hasta entonces era una serie interesante.
Hecha esta aclaración, de todas maneras la recomendamos. Tal vez porque nos gustan mucho los primeros episodios, tal vez porque un poco de filosofía y de literatura en una serie sobre adolescentes no está del todo mal, aunque todo se arruine a último momento. Tal vez simplemente porque nos resulta imposible no sentir empatía ante un personaje que sufre y se angustia, y se pregunta cómo salir de ese laberinto existencial.
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